viernes, 20 de noviembre de 2009

Cuando no se escucha

He decidido que no voy a seguir escuchando o por lo menos no voy a escuchar lo que no me conviene, la vida será mejor.

Es lo que me ha enseñado mi abuela, tiene casi 90 años y la edad la está dejando cada día mas sorda. Eso es lo que siempre me ha dicho mi madre, pero observándola, he descubierto que no es que no oiga sino que no escucha.

Mi abuela es una mujer de costumbres, se levanta y va al baño; se puede equivocar de puerta y abrir la de mi habitación, pararse unos segundos hasta que se da cuenta de que esa cosa espatarrada en la cama no es lavabo. Vuelve al baño y hace sus cositas; así que abre las ventanas de par en par. Después desayuna a las 10:00 de la mañana, ella misma se lo prepara; aunque mi madre viene a casa a las 10:30, es lo que tiene tener el trabajo a cinco minutos de tu hogar. Siempre he sospechado que aunque se queja de que tiene que hacerlo ella, le encanta.

Ve la tele a todo volumen, sin importarle si suena el teléfono o alguien llama al timbre. Que nadie le moleste a la hora de sus series favoritas: Los rangers de Texas, Rex, el perro policía, todas las de investigación criminal...en fin. A las 14:00 comienzo a preparar la comida, se sienta conmigo en la cocina y le pongo su plato de patatas de bolsa, se las va comiendo mientras me cuenta las mismas historias de la prima de la suegra de la cuñada del hermano de su vecina, "Pepito piscinas", me pregunta que si lo conozco, le da lo mismo mi respuesta, seguirá contándome igualmente. Hace varias paradas en su monólogo y me pregunta qué cocino, a pesar de que alzo la voz y la miro, le da lo mismo mi respuesta, se levanta y mira la comida, ella saca sus propias conclusiones y deriva a otra historia de "Pepito piscinas" a estas alturas Pepito se a convertido en un gran amigo, le podría contar su vida.

Comemos, mi abuela ha estado pizcando toda la mañana, mi madre y yo pretendemos descubrir qué come, creemos que pasas...aún así es de buen apetito y come. Después de la comida al salón y que nadie le quite su chocolate, a pesar de que no escucha bien la tele esta atenta y más si le gusta, sino malo. Comenzarán los suspiritos abuelísticos: "ooooh" y su conversación interna que nadie la puede descifrar, el truco es hacerse la dormida o no moverse, tiene un detector de movimientos; si te pilla estás perdido.

Por la tarde su cafelito, si es con un dulce mejor. Habla y habla con quien pille y no deja réplica. Ese tono de voz agudo y cascado que se mete en la cabeza. Ahora bien, si está alguna serie que le guste, que no la molesten y así nos podemos escapar y salir, mi madre tranquila, la abuela entretenida y no nos echará en falta.

Tenemos la hora límite de las 19:30, es cuando terminan sus series, si llegas mas tarde se hace la dolida, enferma y soberbia, da igual lo que estés haciendo pero más te vale estar en casa a la hora que termina el perro policía. Si no es así, dale una buena cena. Por supuesto antes te dirá que se va a la cama y que no tiene hambre pero basta con decirle que si le apetecen unos marisquitos para que los ojos se le pongan como platos y tome muy en cuenta la propuesta.

Contenta la abuela con la cena, aunque protestando por lo que sea, ya que has llegado tarde y durante un par de horas de la tarde no ha podido hablarte sobre Pepito, todos tranquilos y ella se va a la cama, hasta mañana.

Ya ves, no oye o no escucha pero he aprendido que de mayor si sigo la misma táctica veré mis series favoritas, podré protestar por lo que se me antoje, nadie me protestará a mi y si lo hacen haré como si nada, comeré lo que me guste y todo el mundo me dará caprichos y todo por hacer oídos sordos.

¡VIVA LA VEJEZ!

jueves, 12 de noviembre de 2009

El mono viajero


Después de Londres se queda el mono del viajero, tanto ir y venir durante casi una semana que ahora opto por la aventura de irme al pueblo de al lado todos los días.

Creedme, es toda una odisea: lo primero es que el autobús llegue, si llega por supuesto no será puntual, lo hará o antes o después. Después las paradas y por supuesto los abuelillos acosadores con preguntas que no se acercan a las del cercanias pero por lo menos dan un punto de chispa.

Me tengo que reir, aunque el olor fuerte y peculiar del viejito hace lo que le gustaría a él y se me cuela por todos lados hasta que llego a casa y me doy una buena ducha, aún así lo sigo sintiendo.

Supongo que a mi mono le desvío un poco la atención, porque con esto de la crisis no se le puede alimentar muy bien, lo llevo con correa y bozal, no sea que se me ponga tonto y haga una de las suyas.

Así que de repente vuelvo donde estaba hace una semana, ahora ya con mi abuela al lado y comiéndose un yogurt de limón, por supuesto, que el otro día le di uno de macedonia y me lo estuvo recordando todo el día. Mejor la próxima vez no equivocarse.