martes, 27 de abril de 2010

AVENTURA ÁNDELE: Mi planta naranja

El no estar permitido tener un perro o un gato o cualquier animal, excepto los que vienen por aquí de vez en cuando, me ha hecho comprarme una planta.

Es naranja y no sé qué tipo, no soy tan experta como las abuelas, pero es bonita. Igual que todo lo de la Casita Manantial hace contraste con lo blanquecino del lugar.

Ahora ocupará un lugar privilegiado en mis conversaciones con Amélie y Pancho...se la tendré que presentar, no quiero que empiecen los celos.

Esta planta, aún sin nombre (prometo no llamarla Pancha) se me hace un perrito o un bebé y no es que para mi los perritos o los bebés sean iguales...o sí...el caso es que tengo que cuidarla.

Se me plantean varias dudas: cúando tengo que regarla, si le vendrá bien algún abono, le hablo o le canto; mejor hablarle que ya mismo me veo dando suspiros abuelísticos y haciendo oídos sordos y qué haría yo sin escuchar las advertencias de Pancho sobre Amélie, en fin.

Ahora no puedo dejar de mirarla de reojo, todavía se me hace una impostora aquí, a lo mejor es carnívora; aunque si tiene hambre no sé qué puede encontrar porque por no tener no tengo ni mosquitos. Hoy mismo le daré agua y le cazaré uno, si lo encuentro, por si acaso.

Así que poco a poco La Casita Manantial va teniendo más cosas, aunque sigue dando tanto "resquemor" como un colegio vacío en plenas vacaciones y más cuando de repente se escuchan ruidos extraños, y no hablo del Señor Gaseoso, sino de mi vecino con música alta, pésima y cambiante, además de compartirla, también le gusta hacernos sentir sus noches de pasión, bien por él. La verdad que también se podrían hacer concursos; hasta anima más que la de los gases...todo se verá.

En fin, me quedo animando a mi planta perro naranja, espero que pronto ladre o diga sus primeras palabras, "Cocacola", mientras escucho el tic-tac del reloj a contratiempo con las advertencias de mi vecino por retarnos a hacer un concurso...


Mejor, esta noche, hablar con la planta.

martes, 6 de abril de 2010

AVENTURA ÁNDALE: Universidad

Después de cómodas e incómodas noches en la Casita Manantial llego la hora de ir a clases. El tiempo pasa volando o como diría una de las personas que más me enseñó como un "rayo mellizo".

Toca ir a la universidad; eso supone subir a un "camión", bueno primero pararlo y si quiere parar subir, cuando se sube, si se puede, tomar asiento, sino me dispondré a imaginar que estoy en unas de esas bananas de playa claro que sin chaleco salvavidas; si llueve otra vez como lo ha hecho me lo pensaré.

Los camiones en México deberían incorporar un libro de instrucciones o bien para mejorar la imagen unas azafatas que expliquen los riesgos de subir a uno de estos. No recomendado para personas con dolores de espalda, problemas de corazón, hipertensos, mujeres embarazadas, ancianos con bastón o jóvenes con tanga, porque quién sabe donde acabaran estos dos últimas cosas, sin duda muy al fondo de donde sea.

Entro a la universidad con toda la naturalidad posible después de acomodar mis zapatos y haber crujido mis rodillas al saltar del autobús a la calle, es lo que tiene la edad, te empiezan a crujir partes del cuerpo que ni siquiera pensabas que tenías o bien un simple saltito hace que la espalda de un tirón y me recuerde las espaldas chinas de mi padre, quien pillara ahora la bolsita caliente de huesos de cerezas. Menos mal que no me he encontrado a ancianos con bastón, no sé que hubiera sido de su bastón y si serán tan acosadores, subidores de autoestima y de peculiar olor como los de los autobuses españoles...

La clase, peculiar, si los productores de "Cuéntame" la vieran sin duda les inspiraría. Cuadrada, pupitres azul oscuro, individuales y la mayoría cojos, ventanas altas y con cortinas viejas; el profesor sobre tarima y sobre su cabeza un crucifijo, que según los estudiantes tiene cámaras incorporadas por donde espían, para mi que sería una buena inversión del vaticano. No me puedo quejar es lo que tiene estar en una universidad católica, apostólica y románica. La clase fría, estremecedora e incómoda quita la inspiración a cualquiera, eso sí los exteriores son bonitos.

Una de las mejores cosas de ir a la universidad son los desayunos y más cuando, como buena estudiante, a la nevera le queda el medio limón que según yo absorbe los malos olores, estos irremediables cuando se te olvida que metiste pescado dentro...ni los súperlimones de la Chacha Naza hubieran podido con esto.

Después de las clases y con el sol absorbiendo la poca agua que me queda, porque los garrafones de veinte kilos o los sube alguien o me basta con las botellitas de como mucho litro y medio para hidratarme, me voy a casa; ahora caminando ya que es cuesta abajo y si para arriba el camión me parecía una banana de playa para abajo seria lo mismo pero teniendo como conductor a Bob Esponja.

Mejor caminar.