Es naranja y no sé qué tipo, no soy tan experta como las abuelas, pero es bonita. Ig
Ahora ocupará un lugar privilegiado en mis conversaciones con Amélie y Pancho...se la tendré que presentar, no quiero que empiecen los celos.
Esta planta, aún sin nombre (prometo no llamarla Pancha) se me hace un perrito o un bebé y no es que para mi los perritos o los bebés sean iguales...o sí...el caso es que tengo que cuidarla.
Se me plantean varias dudas: cúando tengo que regarla, si le vendrá bien algún abono, le hablo o le canto; mejor hablarle que ya mismo me veo dando suspiros abuelísticos y haciendo oídos sordos y qué haría yo sin escuchar las advertencias de Pancho sobre Amélie, en fin.
Ahora no puedo dejar de mirarla de reojo, todavía se me hace una impostora aquí, a lo mejor es carnívora; aunque si tiene hambre no sé qué puede encontrar porque por no tener no tengo ni mosquitos. Hoy mismo le daré agua y le cazaré uno, si lo encuentro, por si acaso.
Así que poco a poco La Casita Manantial va teniendo más cosas, aunque sigue dando tanto "resquemor" como un colegio vacío en plenas vacaciones y más cuando de repente se escuchan ruidos extraños, y no hablo del Señor Gaseoso, sino de mi vecino con música alta, pésima y cambiante, además de compartirla, también le gusta hacernos sentir sus noches de pasión, bien por él. La verdad que también se podrían hacer concursos; hasta anima más que la de los gases...todo se verá.
En fin, me quedo animando a mi planta perro naranja, espero que pronto ladre o diga sus primeras palabras, "Cocacola", mientras escucho el tic-tac del reloj a contratiempo con las advertencias de mi vecino por retarnos a hacer un concurso...
Mejor, esta noche, hablar con la planta.