lunes, 26 de octubre de 2009

Niña burbuja

Llevo ocho días en el poblado, realmente poco tiempo o mucho, según se mire. En este tiempo no he hecho absolutamente nada. Ni tan siquiera ese típico movimiento que se tiene en verano de salir a tomar una cheve o una vuelta con las amigas o bien decidir ir a la piscina y planear viajes para cuando se pueda, pues ni eso. (Bueno, lo de planear viajes sí, pero eso ya en mi es como ir al baño por las mañanas en una persona regular).

Realmente podría hacer muchas cosas, pero he descubierto algo, no sé si será la reacción a las vacunas, pero mi cuerpo se ha acostumbrado a estar en casa, salgo y me resfrio o tengo la sensación de no poder tirar de mi misma, es como cuando después de un verano el profesor de gimnasia te ponía a correr 15 minutos, pues yo me siento igual, sin profesor claro.

Así que tengo que matar el tiempo y haciendo honor a la gran afición de Lucía por hacer bufandas, haré una. Ahora bien, tengo que encontrar los alambres esos para hacerla, que yo tenía de mis tiempos mozos.

Sin quererlo me he encontrado en una gran aventura: intentarme acordar donde guarde los cachivaches para hacer la bufanda, después buscarlos y encontrarlos. Cuando los encuentre, me acordaré que no tengo lana ni nada que se le parezca, tendré que ir a comprarla, conseguir dinero para poder comprarla, se lo pediré a mi padre, el cual me mirará con cara entre asombrada y despreocupada, la cosa es que cuando se le piden, aunque se un par de euros, a los padres, es no preguntar sino afirmar, esa es la táctica, luego que salga bien es otra cosa. Dudo que mi padre me de dinero para eso y menos mi madre, así que juntaré los céntimos que me quedan, seguro que para algo me da.
Una vez tenido el dinero, ir a la tienda, en la tienda preguntar qué tienen, esquivar las flechas cargadas de persuasión del comerciante por querer vender mucho y caro, decidir el color, a lo mejor comprar dos colores, si decido hacerla de dos colores, preguntar a mi progenitora si ella se acuerda cómo se hace de dos colores, como será que no, iré a casa de mi abuela, se reirá y mi abuelo me hablará del paro, la crisis y las obras de llano, después de un rato e irme para mi casa cargada de patatas, aceite y carne de membrillo, no recordaré lo que me dijo mi abuela mientras se partía de risa.
Tendré que buscar información en Internet, eso me llevará a un tutorial, me descargaré el programa, una pasada seguramente, mientras adivino a que botones tengo que darle para que me explique cómo puedo hacerla llegará mi otra abuela, me mirará con cara extraña y me preguntará que qué hago con esa lana, eso le recordará a cuando ella hacía sus cosillas, antes de que las manos se le atrofiaran, mientras la tele estará a todo volumen, lo cual no le impide charlar puesto que no la escucha, no entenderé nada, ni al tutorial, ni a mi abuela.
La escucharé un rato hasta que pongan su progama favorito, el del perro policía, así que ahí le dará igual si tengo lana, como si me pongo en bolas a correr por la casa, seguramente me diría que no entiende como puedo andar descalza...pero estará con su serie y su perro.

Así que después de varios intentos mandaré a la mierda a la lana y la madre que la parió, entre otras cosas porque ya se habrá pasado el frío y para que quiero yo una bufanda en primavera...que cosas.

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